Le Bikini presenció una noche para el recuerdo, con dos de los artistas más reconocidos del movimiento francés

Si algo saben hacer bien los franceses es apreciar el arte. Parece mentira que vivamos pared con pared y, tras las fronteras, se encuentre una cultura musical tan diferente. Todo esto, dando por hecho que sois conocedores del gran movimiento electrónico que se generó alrededor de los dosmiles en el país vecino, que nos trajo a artistas que hoy llamamos leyendas como Daft Punk, Justice, Mr. Oizo, Gesaffelstein, Kavinsky,… y el protagonista de hoy. El pasado sábado, visitaron Le Bikini dos de esos singulares artistas que París vió crecer: SebastiAn y Myd. ¿Cómo fue su paso? A la altura.

Quizás te interese: Boston Bun crea un himno melancólico de la música house llamado ‘Nothing But Rainbows’

Nada más cruzar las puertas club con uno de los mejores – sino el mejor – sistemas de sonido de Europa, las vibras francesas invaden nuestras articulaciones y nos hipnotizan hasta la pista de baile. Esos ritmos French touch inconfundibles empezaron a brotar a cargo de Sophonic, quien alardeó de buen arsenal pinchando temas de artistas de todo tipo: desde Chemical Brothers a Gesaffelstein pasando por Soulwax. Un muy buen primer paso hacia la actuación que estaba por venir.

Llegadas las 2:30am, se apagan las luces, se baja la música y las miradas se centran en la oscuridad del escenario. Alumbrando con su presencia y pulsando el primer play de su set, SebastiAn empieza su función. Su set fue una demostración de maestría tanto en cabina como en el estudio. Empezando con temas de su último álbum ‘Thirst como su single ‘Beograd‘, el artista francés aprovechó el DJ Set para ofrecernos una sesión de lo más variada. Literalmente, sonaron estilos musicales impensables como el trap, con un remix al mítico ‘Positif‘ de Mr. Oizo o ‘Sicko Mode‘ de Travis Scott. Con unas transiciones tergiversadas pero sublimes, SebastiAn nos llevó por un viaje repleto de subidas y bajadas que desembocó en la euforia de la sala en momentos como el ‘Chorus (WWW)‘ de Justice o con su ya mítica versión de Rage Against The Machine y su ‘Killing In The Name Of‘. Imposible bajar la guardia en esa hora y media de sesión en la que el francés compensó toda la falta de intensidad que se le recriminaba en su último disco.

Tomando el relevo y con la responsabilidad de poner banda sonora al último tramo de la noche, otro invitado de honor aguardaba su momento. Compartiendo cartel con SebastiAn teníamos a Myd, el apadrinado de Ed Banger que nos dejó con la boca abierta. Tras subirse al escenario después de un set de lo más intenso y confesándonos minutos antes de que su antecesor no influenciaría su enfoque musical, teníamos serias dudas sobre la viabilidad de su propuesta. Efectivamente, el ex-Club cheval sabía lo que se hacía, y agradecimos habernos equivocado en nuestro presentimiento. Desde el minuto uno una vibra más “club” inundó la sala, con ritmos house, techno y disco convenciendo a las caderas de la sala entera de que la fiesta no se había acabado. Ese cambio lo logró mediante algunos de sus éxitos como ‘Again‘ o ‘Brooklyn‘ del difunto sello Bromance Records, y con otros como su más reciente éxito ‘Superdiscoteca‘. Entre ellos, el hype se mantuvo en alza con otros rompepistas clásicos que robaron el corazón del público como ‘Funky Town‘ o ‘Calypso‘. En él redescubrimos un gran DJ curtido en batalla que leyó la pista de baile a la perfección sin sacrificar su esencia. Nos quitamos el sombrero.

Esta experiencia en tierras galas nos hace volver con una envidia muy sana. Hemos podido disfrutar de una noche para el recuerdo, con un público entregado al máximo a artistas salidos y crecidos de su propio país. Aunque si es verdad que su reputación traspasa ya fronteras, es un lujo poder ver el feeling que hay entre compatriotas. Por ello, aunque la actuación de los protagonistas fue impecable, lo más destacable por encima de ellos fue el público. Puede que sea por el contraste provocado por la ausencia de la apreciación a la escena propia. O al menos, a esta magnitud. Envidia muy sana, pero envidia al fin y al cabo.