Vemos en Toulouse el hermoso show que el holandés ha preparado para su gira
Pese a que estamos a unos cuantos kilómetros de nuestro país, hay cosas que son universales y que nos hacen sentir como en casa donde quiera que estemos, y una de ellas es la música. El lenguaje universal que supone la música electrónica traspasa fronteras, y lo hemos podido comprobar en primera persona viviendo desde Toulouse (Francia) el concierto de uno de los artistas más aclamados del panorama actual, el gran San Holo.
El artista de los Países Bajos está girando por el viejo continente para promocionar su ya exitoso ‘album1‘ con su propia puesta en escena para mostrar todo su potencial ya no solamente como compositor sino también como músico. Ya que desgraciadamente no había fecha para verle en la Península Ibérica, los más fanáticos tendrán que salir del país para verle, y su parada más cercana era en nuestro país vecino, Francia, concretamente en Toulouse… Y ahí estuvimos, y así lo vivimos:
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Aquí en territorio galo tienen costumbre de empezar todo un poquito más temprano – tampoco mucho -, y sorprendentemente poco antes de las 20:00h, la hipotética hora de apertura de puertas, ante Le Rex ya yacía una imponente muchedumbre en forma de una alargada cola para hacerse con un buen hueco para gozar decentemente de su ídolo. Era una pequeña sala de conciertos, un espacio humilde que nos dejaba entrever lo íntimo que sería el concierto – y no por la cantidad de gente precisamente, ya que se llegó casi por completo al aforo máximo -, y ya pasada la media hora desde que la gente empezó a entrar y con más aún haciendo el pertinente ritual para entrar al recinto, empezó la fiesta. El encargado de romper el hielo era una cara muy conocida para los seguidores de bitbird: se trataba ni más ni menos que de Taska Black. El belga tuvo la ardua tarea de acoger al público francés que iba entrando por la puerta y darle la bienvenida para unirse al ya instalado en las primeras filas, y lo hizo a base de una energética y melódica sesión con lo mejor del trap y el future bass, incluyendo canciones propias como su reciente ‘All I Know‘ o su remezcla oficial a Charlie Puth, y también con las distinguibles producciones de sus compañeros DROELOE, que por supuesto hicieron corear al unísono a toda la sala. Un inicio de lo más intenso que nos hizo saltar, cantar, aplaudir y bailar sin parar, y que nos hacía pensar de cómo se podía superar el nivel de energía que el belga dejó tras su sesión. Las dudas se disiparon cuando se apagaron todas las luces y el público estalló de euforia tras saber lo que se avecinaba: el protagonista estaba listo para entrar en acción.
Así pues, con los focos encendiéndose y apagándose de forma intercalada al ritmo de la melodía más que familiar de ‘everything matters (when it comes to you)‘, San Holo entró en escena. Con una guitarra entre sus brazos y una sonrisa de oreja a oreja, el aparentemente tímido Sander empezó pisando fuerte cuando se topó con una sala llena centrando su mirada en su persona. Cual estrella de rock, el holandés se vino arriba rápidamente al ver que el público había hecho los deberes y que se presagiaba un concierto con gente que se sabría todo su repertorio. Holo estuvo hiperactivo durante toda su hora casi-y-media de show y no paró de dar vueltas alrededor del escenario, esquivando las luces led que se hallaban esparcidas por su terreno, combinando sus dos zonas: una trasera con una mesa con launchpads para jugar con los efectos sobre las canciones que iban sonando, y otra enfrente del público con otro par de launchpads y un micro clavado para poder cantar mirando a los ojos de la gente y junto a ellos canciones como ‘worthy‘, ‘I Still See Your Face‘ o su último ‘Lead Me Back‘. Fue emocionante ver como en absolutamente cualquier momento San podía bajar el volumen de la música y toparse ante una sala entera gritando sus letras y melodías, y todo en un ambiente de felicidad provocado por las alegres y carismáticas canciones del propio artista, que contagiaron al público en una fraternidad y alegría digna de admirar. Era obvio que San se sentía cómodo, la conexión con el público tolosano fue instantánea, todo iba sobre la marcha y todos estaban contentos.
Algún que otro fan se fue a casa con alguna de las púas que Holo fue regalando entre canciones a los afortunados de primera fila, pero absolutamente todos se quedaron con ganas de más una vez las luces se apagaron y el escenario quedó deshabitado, tanto que la sala entera se puso de acuerdo para reclamar al unísono una última canción, y tras hacerse de rogar un poco, tuvieron recompensa. Obviamente, faltó algo, y cual persona con TOC que necesita que todo esté milimétricamente completo u ordenado, todo el mundo sabía que faltaba lo mejor. San volvió al que fue su zona de confort durante la última hora para tocar – esta vez sí – la última canción de la noche, y no podía acabar más a lo grande que con su exitoso ‘Light‘. Absolutamente no hubo ni una sola persona sobre la pista de baile que no cantara ese “I just wanna see the light”, y contra más bajaba el volumen Sander, con más fuerza volvían los franceses respondiendo más fuerte. Un momento precioso que acabó con el holandés saltando del escenario para tocar el estribillo con su guitarra en medio de la alocada muchedumbre, todos anonadados por tener a su ídolo a su lado justo en el momento más épico del concierto. Nadie quería que se acabase esa bonita velada, ni el propio protagonista, y tras acabar la canción con unos últimos y melancólicos acordes de guitarra entre el furor y los aplausos, el propio artista alargó la fiesta de forma improvisada – o al menos eso parecía al ver la cara de su sorprendido ingeniero de escenario – con el famoso riff de ‘Seven Nation Army‘, una de las melodías más internacionales, tarareada en cualquier festival del mundo. Y con ese “looo lolololo looo looo” tan universal, ahora sí San Holo tuvo que despedirse de forma emotiva de esos tolosanos que tan buena noche le hicieron pasar.
Una noche para el recuerdo, con un San Holo que estuvo espectacular tanto a nivel de ejecución como a nivel de conexión con el público – teniendo en cuenta también el fantástico trabajo previo de su escudero belga Taska Black – y que muchos tardarán de olvidar. Todo esto sin pasar por alto el gran trabajo previo que supone la humilde pero precisa infraestructura audiovisual montada para este formato live, con unas luces increibles que nos hacían sumergirnos más y más, canción tras canción, en esta atmósfera que el holandés ha creado alrededor de su ‘album1‘. Mágico, hermoso y fraternal son algunos de los halagos que nos salen para lo que presenciamos el pasado viernes en Le Rex en la capital de Occitania. Sin duda uno de los mejores directos que, personalmente, he visto nunca, y no por el montaje de luces, sino por el magnífico aire que se respiró durante todo el concierto. Un músico que pone tanto cariño en cada una de sus canciones, melodías y letras, sumado a un ambiente íntimo y familiar, es la fórmula perfecta para crear un ecosistema simbiótico donde público y artista se retroalimentan a base de amor mútuo. Un show que te toca la fibra y que te llega de una forma tan personal que parece que sea un concierto de tú a tú por mucha gente que te rodee. Gracias San y al equipo que hay detrás por crear algo tan bonito que seguro enamorará a todo aquel que tenga planeado verle en sus próximas fechas – haz click aquí para ver sus siguientes paradas de este ‘album1 tour‘.