Los nuevos hábitos de consumo condenan cada vez más a los productores a alterar la estructura de la música que hemos conocido siempre

El concepto de radio edit lleva estando presente entre nosotros muchos años, pero no ha sido hasta ahora que le he empezado a dar un par de vueltas al asunto en mi cabeza. Si no sabéis qué es esto de lo que hablo, tan solo aclararos que se trata de una versión más corta de las canciones que en su día se adaptaba mejor a las radios que los extended mixes (lo que sería la canción completa, la que pinchan los DJs, incluyendo intro y outro) y que se ha trasladado también a las plataformas de streaming. No obstante, creo que últimamente se está llevando al extremo de estar perjudicando a la propia música.

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Esta práctica se ha visto tradicionalmente en los géneros más mainstream, pero también es cierto que algunos que son más underground están empezando a caer en la tendencia; unos más que otros. Hace pocos años era impensable que el tech house estuviera en el saco de lo comercial, pero la realidad actual dice y demuestra que forma parte de este, y fue de los primeros estilos en ser criticado por crear versiones reducidas de los temas para Spotify. No es que el propio genero como tal lo haya impuesto, sino que lo han decidido los propios productores o las disqueras; por si acaso. ¡Y hasta en el techno he visto de esto!

La cosa es que cada vez es más común escuchar cómo a los 30 o 40 segundos de una canción ya entra el drop, lo cual no tacho de negativo, ya que algunos radio edit están bien hechos, mientras que otros por el contrario suenan demasiado forzados en comparación con la versión extendida, como que les falta algo y lo han eliminado de cuajo por hacerle un favor a los algoritmos… O mejor dicho: que el algoritmo les haga un favor. Lo que sí quiero criticar es que se hagan temas de escasos dos minutos de duración. El otro día escuché la última de Imanbek de rebote y para cuando me di cuenta ya se había acabado. Me dio la sensación de que era una canción hecha con ganas de terminarla antes de haberse puesto a producirla.

Y que conste que esta no ha sido ni la primera ni la última canción de electrónica de tan corta duración que he escuchado últimamente. Te compro que en el pop una canción dure dos minutos y medio o tres, porque es otro mundo distinto, con pretensiones mucho más directas, pero pienso que la electrónica no debe entrar en este juego y sí ser capaz de aportar algo más. Caer en estos formatos casi más de TikTok que de Spotify, por llevarlo a un extremo, me ha hecho pensar que cada vez hay más músicos esclavos de los malditos algoritmos.

Y repito lo que ya dije en otro artículo hace unos meses: “La fugacidad de las artes; música como cápsulas efervescentes sin apenas durabilidad y mucho menos valor que aportar en líneas generales”. Parece que el pilar fundamental de esta industria tiene menos valor con cada día que pasa. Usar rápido y tirar, y es triste. Por si os interesa saber un poco más sobre cómo funciona el algoritmo de Spotify, os dejo este IGTV de nuestros buenos amigos Low Blow:

Gorka Hernández
Soy el Asier Villalibre de este percal, pero no tengo ni idea de tocar la trompeta; solo sé un poco de música electrónica.