El rapero y el productor madrileños lanzan por fín su ópera prima, once trabajos de oscuridad y elegancia

¿No os pasa que os tienen que decir algo repetidas veces para creerlo? Con esa sensación nos quedamos al haber acabado la primera escucha entera del disco en cuestión. Es algo inhóspito que haya salido de nuestro país un producto de tal calidad, y es lo lógico relacionar directamente este nivel a lo mejor del otro lado del charco. Pues de Madrid capital ha nacido, y sus responsables son dos nombres que si no habíais escuchado hasta ahora, os vais a hacer un hartón verlos de ahora en adelante: DAPS y PMP, codo con codo por enésima vez en su debut en el mundo de los álbumes con ‘DCLXVI‘.

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Ambos artistas hicieron especial hincapié en que esto se trata de una historia, y que como en todo relato, hay que contar las cosas en orden para no perderse nada. Son 35 minutos desde el primer click, que navegan en tétricas reflexiones y aún más oscuros beats que las encarrilan. Coherencia musical 360º, y eso nos excita. Dadle al play. Empezamos el viaje.

Arranca ‘Gorila‘, un golpe sobre la mesa para despertar a todo aquel que aún no se haya enterado de lo que está por venir. Una buena primera toma de contacto con DAPS y PMP para aquellos que aún no sabían cómo se las gastan estos dos. Líricas ácidas con ritmos elegantes, ese es el patrón que llevan por bandera en la sutil transición hasta ‘Desde Hace Rato‘. Un alardeo de habilidades por ambos lados que, como degustación de lo que queda de ‘DCLXVI‘, está más que bien.

DAPS se apunta otro flow más a su currículum en ‘MDMA‘, un tema que pide “menos depresión y más amor” también a base de groove. Una oda a la diversión a base de métodos un tanto cuestionables que contrasta con la temática de su sucesor, ‘Jimmy Neutron‘. Soledad como fuente de inspiración para adentrarse en una atmósfera de ensueño.

Ahora llega lo duro con ‘Bonzo‘, que nos recuerda que Pedro ya era una cara familiar para nosotros al ser un verdadero basshead que llegó a remezclar al mismísimo Marshmello. Esa rabia plasmada en potentes instrumentales nos hace recordar que PMP’s in the back, y su alarde de talento culmina en el single: ‘Borderline‘. Un trabajo casi hipnótico en el que se nos sumerge en un pequeño ‘Astroworld‘ para volver a salir a flote con un beat que convencerá a los amantes del buen hacer del oldschool hip hop. Todo ello sin frenar el alto listón que han dejado las barras de DAPS en la primera mitad del disco.

Y sabiendo que la inspiración de este LP viene dada por los demonios que su compositor puede haber tenido en su cabeza, así de la nada, aparece ‘Game Over‘. Tómatelo como un respiro entre tanta intensidad, o como un bajón inesperado como uno que podría haberte dado en la vida real si padecieras los mismos síntomas. Un paréntesis que se cierra de golpe con la canción más dura de ‘DCLXVI –que para quien no hubiera caído aún, es ‘666‘ en números romanos–, la diabólica ‘Oreo‘. Un llanto desesperado producto de un desfogue súmamente necesario, plasmado en una letra que roza la psicosis con una instrumental corrosiva que añade el color que pedía la ocasión. Oscuro a más no poder, este trabajo nos habría dejado los pelos como escarpias si no fuera por el solo de sintetizador que aporta un rayo de luz a esta temática tan lúgubre.

La historia de DAPS continúa en ‘Ring Ring‘, una llamada al despertar de esa pesadilla que por fín llega y nos hace volver al trabajo. La rutina del “currante” que quiere llegar a la vida del rockstar, motivado por su sueño. Y habiendo bajado en cuanto a intensidad del álbum, se acaba la tranquilidad con ‘Arroz Con Bogavante‘. El inicio de la canción incita a menear el esqueleto, y con una mentalidad casi hippie el buen rollo vuelve a nuestras orejas. El gracioso ingenio del rapero pretende desviar la atención y anestesiar sus poesías dedicadas al dolor, y con ello nos distrae a nosotros también hasta llegar al último adiós.

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Buen rollo para quedarse con un buen sabor de boca al acabar la escucha de ‘Me Lo Chivó Satán‘, tema con el que clausuran ‘DCLXVI‘ y que permiten al cantante madrileño sumar un flow más melódico a su repertorio. Eso, por no hablar del historial de registros que se lleva Pedro de este LP.

Rimas tergiversadas, beats frescos, historias tristes, ritmos hipnóticos, humor lírico, giros instrumentales y muchísimo talento. La simbiosis entre DAPS y PMP se reitera por enésima vez pero de una forma sin precedentes. Este disco merece más de una escucha, pero mínimo dos: una para centrarse en las letras de DAPS y otra para apreciar la producción de PMP. Si no, no se ha disfrutado tanto como se puede, creédme. Así que, por ese motivo, aquí lo tenéis de nuevo. Dadle de nuevo al play para tratar de comprender el vasto universo de ‘DCLXVI‘.