La plataforma de venta de samples para productores y la mentalidad autodidacta han explotado a raíz de la pandemia
Si sois productores de música electrónica y habéis estado en activo estos últimos años, seguro que habréis oído hablar de Splice. El boom de la cultura DIY –“Do It Yourself“, hacerlo uno por su cuenta de forma autodidacta– entre los productores que han empezado su carrera desde su dormitorio con un portátil y unos altavoces de segunda mano ha hecho que servicios como este vivan un auge sin precedentes. Es por eso que era cuestión de tiempo que, una plataforma como Splice, llegara al hito de acaparar un valor total de 500 millones de dólares.
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Esta anterior semana lanzó la noticia la prestigiosa revista musical Rolling Stone, anunciando que Splice llegaba al medio billón de dólares tras su última ronda de inversores. Entre ellos, tenemos a la famosa entidad financiera Goldman Sachs, que aportó 55 millones de dólares, y otra empresa llamada Music que también invirtió recientemente en la plataforma de venta de samples en línea.
Para aquellos que no estéis familiarizados con Splice ni con el mundo de la producción musical, el funcionamiento de la plataforma es muy simple: los usuarios tienen acceso a un catálogo casi infinito –y que sigue creciendo– de samples, lo que viene a ser una librería de sonidos que pueden usar en sus producciones sin miedo a tener problemas de derechos. Entre esos archivos, hay desde voces de cantantes hasta golpes de diversas percusiones, pasando por líneas de sintetizadores hechas por verdaderos diseñadores de sonido y loops de melodías o baterías. Todos esos sonidos, etiquetados por sus respectivas tonalidades y tempos, y con la ventaja de que pueden ser filtrados por un buscador propio que permite navegar entre millones de muestras encontrando lo que la canción necesita.
Para ello, los usuarios pagan una suscripción mensual que, dependiendo de la tarifa, les concede una cantidad de créditos que se pueden canjear cada uno por la descarga de un archivo de audio o MIDI. Y por si fueran pocas las ventajas que ofrece este servicio para un productor, muchos artistas reconocidos venden sus sample packs en la plataforma. Son los casos de KSHMR, Virtual Riot, Oliver o la difunta Sophie, todos ellos eminencias del sound design.
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Si bien el sector ya estaba viviendo un crecimiento sólido y constante antes del catastrófico 2020, la llegada del innombrable virus y sus consecuencias, en particular la de tenernos encerrados en casa más tiempo del que muchos querríamos, hizo que este auge fuera exponencial y se acelerara de forma drástica. La cantidad de gente que dedicó tiempo y recursos a sus proyectos musicales y a aprender y mejorar sus aptitudes compositivas se incrementó, y Splice vivió las consecuencias –positivas, por supuesto– del gran público que precisaba de sus servicios. Este fenómeno se resume con un dato: más de un millón de archivos descargados por día.
Estamos sin duda ante un cambio generacional en la industria musical, tanto a nivel de consumidores como de creadores. Las plataformas de streaming como Spotify se han convertido en los nuevos estándares, acogiendo una barbaridad de lanzamientos cada semana y con esa cifra creciendo sin parara. Ese fenómeno viene como consecuencia de una nueva horneada de productores que están descubriendo que pueden hacer su trabajo desde su propio ordenador en su dormitorio, que como dice Finneas (hermano y productor de Billie Eilish), “[grabar en casa] es lo que hace todo el mundo ahora mismo excepto las grandes estrellas”.