El IMS regresó a Cala Llonga para mezclar lo importante con lo que importa: charlas, fiestas, mucho networking y la certeza de que la electrónica sigue creciendo en el mercado mundial
La bahía de Cala Llonga volvió a llenarse de acreditaciones, conversaciones en la piscina, cafés cruzados de tarjetas de visita y ese cosquilleo que aparece cuando sabes que durante tres días vas a ver en persona a toda la industria de la música electrónica. Y no es un decir. El International Music Summit se celebró por segundo año consecutivo en los hoteles Hyde y Mondrian, dos espacios que cada vez encajan mejor con la esencia del evento: profesional, relajado, y con ese punto sofisticado que solo Ibiza puede darle a una cumbre de este tipo.
Aunque el programa de charlas era más que interesante —y variado—, lo cierto es que el IMS sigue siendo, sobre todo, un evento de networking. Esto se nota en el tipo de público que llena los paneles: hay asistencia, sí, pero salvo contadas excepciones, los asientos libres son parte del decorado y se conmutan por conversaciones en idiomas entremezclados en los exteriores de las charlas. Eso sí, hay una excepción evidente: el IMS Business Report. La sala se llenó hasta la bandera para escuchar a Mark Mulligan poner cifras, porcentajes y contexto a todo lo que, intuitivamente, ya sentimos en el día a día de la escena.

Y vaya si hay cosas que confirmar. En 2024, la música electrónica generó 12.900 millones de dólares a nivel global, con un crecimiento del 6%, ligeramente por encima del resto de la industria musical. Mientras el streaming suma ya 818 millones de suscriptores, los ingresos por usuario caen. El foco está en el Global South, que no solo crece en usuarios sino que empieza a definir sonido, estética y consumo. Afro House, Amapiano, Techno crudo, Drum & Bass… El sonido global se diversifica y se endurece. En TikTok, el hashtag #ElectronicMusic sumó 13.400 millones de views en 2024 (+45%), y más de 60 millones de personas usaron ya herramientas de IA para crear música. El cambio no es futuro. Es ahora.
Pero más allá de los datos, lo realmente interesante del IMS ocurre en los márgenes. En las comidas informales, en los encuentros en la terraza del Mondrian, en los cócteles donde se habla menos de streams y más de ideas, proyectos, inquietudes y posibilidades. Siempre se ha dicho que los mayores tratos de España se han cerrado en los palcos del Bernabéu, pero en la industria de la música electrónica probablemente el ADE y el IMS anden fifty-fifty. Este año, la sensación era más viva que nunca. Pequeños sellos, promotoras emergentes, artistas que aún no han roto pero ya están ahí… El IMS sigue siendo un sitio al que “hay que venir”, pero cada vez lo es más también para quienes aún no tienen una gran trayectoria y buscan hacerse un hueco en la escena. Poder tener acceso a toda la industria a golpe de aplicación, o cruzarte con gente con la que puedes cerrar tratos es algo único y hace que merezca la pena la inversión en tiempo y dinero que supone desplazarse a la Isla Blanca cada año a finales de abril.

La actividad paralela también se ha profesionalizado. Grupos de WhatsApp donde se organizan cenas, fiestas privadas, afters y mixers improvisados con una fluidez impresionante, y más allá del cada vez más extenso programa oficial. Aunque los eventos solo por invitación, como la comida de Amnesia Ibiza o el mixer de AFEM a los que pudimos acudir siguen marcando la diferencia: entornos reducidos, gente clave, sin postureo y con tiempo real para hablar.
En ese sentido, también se agradeció que este año, en los cócteles de cierre diarios, hubiese más bebida, más comida y, por tanto, más ganas de quedarse. Puede parecer anecdótico, pero en un evento con este ritmo, que el cierre del día sea cómodo y relajado ayuda mucho. Porque el IMS es un maratón. Paneles desde primera hora, cafés mezclados con reuniones, comidas exprés, fiestas por la noche y alguna que otra resaca furtiva al día siguiente. La experiencia merece la pena, pero hay que aprender a dosificarse.

El evento en Dalt Vila volvió a demostrar por qué es uno de los más especiales del año. El line-up no decepcionó, el entorno sigue siendo insuperable, y aunque había algo menos de gente que en ediciones anteriores, el ambiente fue perfecto, e incluso mejor. La música fluyó y se notó que mucha gente estaba celebrando, en parte, haber sobrevivido a tres días de IMS. Como broche final, un año más el after party se celebró en Chinois con Paco Osuna y Melanie Ribbe en B2B, en un set que fue celebración no solo del IMS, si no de su reciente matrimonio.
Y eso es, al final, el IMS: una mezcla entre realidad profesional, termómetro de industria, y terapia colectiva para quienes llevamos años en esto. Porque sí, seguimos hablando de eventos, fans, festivales, acuerdos y dinero. Pero también de por qué seguimos aquí. Por qué, año tras año, elegimos volver a Ibiza. Y de por qué esto sigue valiendo la pena.
