En mis más de 25 años como “bulto sospechoso” dentro de la profesión de comunicador especializado en música electrónica, os podéis imaginar que me las he visto de todos los colores. He tenido la fortuna de asistir a todo tipo de festivales, fiestas y saraos de dudosa reputación, he sido testigo de la evolución de la cultura clubbing de primera mano y he visto el ascenso al Olimpo y el descenso a los infiernos de muchos artistas. Con este bagaje y con el paso del tiempo, os tengo que confesar que últimamente nada me sorprendía, nada conseguía que mi sangre se transformara en lava incandescente, nada me hacía volver a casa con una sonrisa de oreja a oreja.
Por eso cuando Pablo Barberá aka Finalversion3 y Dani Soto aka Atisbo me invitaron al festival que estaban preparando no di un salto de alegría precisamente. Tenía que desplazarme hasta un pueblo perdido de la montaña palentina en pleno mes de julio y pasar dos días escuchando techno contundente en un viejo apeadero donde una mina descargaba el carbón que extraía de las profundidades de la tierra. Ahora, recuerdo el gesto de pereza que esbocé cuando me invitaron y me descojono, porque en años no me ha pasado nada mejor que poder asistir a VETA, un festival que me ha devuelto la esperanza y la pasión por la música electrónica.

VIERNES
He de confesaros que ese fin de semana tenía dos opciones, volar a Ibiza y beber hierbas ibicencas mientras hablaba a gritos de banalidades en la pista de baile esquivando smartphones con el flash encendido, o coger el coche y hacerme una kilometrada hasta Barruelo de Santullán para sumergirme en una experiencia diferente y auténtica rodeado de acólitos incorruptibles del techno más puro. No me digáis porqué, pero decidí la segunda opción. Así que preparé mi mochila rápidamente, bolsa de aseo, una sudadera de Newrhythmic, dos camisetas (una negra de Front 242 y otra blanca de ENTER para tocar los cojones), unas zapatillas de respuesto, el cargador del móvil y un blister de ibuprofeno y otro de omeprazol.
Tras unas horas por la carretera con el aire acondicionado a tope, llegué a Barruelo y lo primero que me sorprendió es que el recinto no estaba perdido en mitad de la montaña, estaba a la entrada del pueblo, lo cual es una ventaja, ya que podía ir andando desde la casa rural donde tenía mi habitación. Lo primero que hice fue ir al parking, los parkings para mi son el termómetro de cualquier club o festival, y en el parking de VETA se respiraba que algo excitante iba a suceder.
Una vez dentro del espacio comprobé que el festival cumplía lo que prometía, un espectacular marco rodeado de montañas y de abandonados edificios y maquinaria minera con esa pátina tan especial que solo el óxido puede dar. Me encantó su organización, su distribución, sus servicios y que de primeras tenías una perfecta información de lo que iba a suceder. Una marea de camisetas negras de sellos como Downwards, Hypnus, Mutual Rytm o palikavonzvreca (parece que los chavales se han puesto las pilas) no tardó en tomar aquel recinto, siempre con respeto, siempre con buen rollo y siempre con ese rictus en el rostro que te mostraba que para estos jovenzuelos entusiastas aquel festival contaba, que aquel festival había que exprimirlo hasta el tuétano. Ahora pasemos a la música que me enamoró aquel viernes:
VETA puso sobre la mesa dos líneas musicales predominantes que se conjugan a la perfección: El techno con groove que llevaron por bandera artistas como Sera J o Anne y Sol Ortega, y el techno denso, físico y mental de Exium, Phara y compañía. Además, también teníamos en el line up dos sets especiales focalizados en los ritmos rotos por parte de Ikari y de Reeko, lo que dotó a ambos días de un par de horas de exploración sonora idónea para oídos inquietos.
La jornada del viernes estuvo más marcada por el groove que por la densidad, comenzando con la apertura de Adreno B2B Carlos Flores, dos de los artistas que han hecho posible Veta, parte del colectivo Impuls y encargados de recibir a los primeros asistentes. Ikari salió de su zona de confort con un set de breaks impecable, a quien siguió el set de Laia & Not A Headliner, cargado de clásicos y que habría sido perfecto para cerrar el festival.
Después le siguió el live del artista afincado en Valencia Schrzø, un clásico de Gordo Trax y habitual de Spook, que volvió a encumbrar su live como uno de los más sorprendentes del panorama actual. La calidad que este artista desborda en cada trabajo choca con lo poco prolífico que es en cuanto a actuaciones… ¿qué sería de Schrzø si en lugar de Julen se llamase Yulien y fuera berlinés? Nunca lo sabremos.
Tras el aluvión de sonidos modulares, llegó el turno del groove de Sera J, en el que griego desplegó un directo pistero totalmente enfocado al baile, y después de este llegó el agujero negro en el que nos sumió Finalversion3, con una bajada de BPMs considerable (que nos alivió un poco a los más mayores) y con un set cargado de temas de su sello Gordo Trax.
Rene Wise tiró de hipnosis percusiva marca de la casa, Kaiser sacó a relucir una maleta de discos de los 2000 que a pesar de las décadas sonaron más frescos que algunos de los lanzamientos que se hacen hoy en día… el cierre con los rayos de sol atravesando las antiguas chimeneas del pueblo minero corrió a cargo de Anne B2B Sol Ortega, quienes mezclando sonidos de vanguardia y algún que otro clásico hilvanaron un set del que salir abrazado a cualquier desconocido jurandole amistad eterna.
A eso de las 8 de la mañana, con mi cuerpo en plena ebullición, inmerso en una regresión mental y física que me trasladaba a mis 20, con las pupilas en llamas y los pelos de mis brazos erizados de emoción, la parte racional de mi cerebro me dijo que sería una buena idea caminar hacia la casa rural y darle a mis piernas y mi presión arterial un respiro. Bomba de humo y salí de VETA caminando por el pueblo con sonrisa de placer, con esa sonrisa tonta que surge cuando experimentas algo único.
El bombo sonaba distante, mezclado con el canto de los pájaros madrugadores, respirando ese aroma a pueblo que nos recuerda que la naturaleza es nuestra madre y que vivimos secuestrados en la dictadura del asfalto. Me metí en la cama sin lavarme los dientes, traté de grabar las cientos de imágenes maravillosas en el disco duro de mi cerebro y me entregue a los brazos de Morfeo para que el dios de el sueño magnificara aquella experiencia.

SÁBADO
Dormí como un niño y me levanté como un viejo, exactamente lo que soy, así que apliqué la táctica que hay que aplicar a estás edades, ducha profunda, un ibuprofeno 600, limpieza profunda dental y rápidamente ir a comer para recargar energías. Bajé hasta un bar del pueblo y tras ingerir un omeoprazol me puse fino con el menú cargado de calorías que me ofrecieron. En esta ocasión pasé de la siesta y me dirigí al festival, para comprobar el estado del espacio. Eran las 4 de la tarde y todo estaba perfecto, como si nada hubiera sucedido. Limpio, ordenado, en perfecto estado, todo preparado para una segunda jornada que se prometía épica.
Aproveché las horas antes de que la música volviera a ser la protagonista, para charlar con los organizadores, los trabajadores y con la dueña de aquel apeadero. La señora ya entrada en los 60, estaba flipando en colores. Me expresó las dudas que le asaltaron antes del comienzo del festival y como sus miedos se disiparon nada más arrancar. Me destacó la actitud del público, lo mucho que le sorprendió la amabilidad de los jóvenes, su educación y respeto. Confesó que en cuestión de minutos sus prejuicios desaparecieron y aparecieron sus ganas de que esto prosiguiera el año que viene.
El público comenzó a entrar de nuevo en VETA, y para mi sorpresa sus caras no presentaban un excesivo síntoma de cansancio, lo contrario, estaban entusiasmados por lo que se venía. En un segundo día de festival el factor sorpresa desaparece y surge esa mirada de inspector de hacienda que escudriña los fallos y las posibles mejoras. Quizás más baños, quizás una pista de baile con un suelo más cómodo, quizás utilizar más las infraestructuras mineras (en caso de que las autoridades lo permitan), nimiedades teniendo en cuenta que se trata de una primera edición y de la primera experiencia de este tipo para los organizadores. Pero hablemos de lo importante, del musicón que disfrutamos ese sábado rodeados por las montañas palentinas.

He de decir que sin duda alguna, este día superó con creces mi hambre musical, al ser yo más de la densidad que de la velocidad… y es que el día prometía calidad por los cuatro costados y así lo dejó claro In Glass con su live de Dub Techno. El belga, más conocido como Phara, hacía doblete de directos en VETA, confirmando que es uno de los artistas más en forma de la escena mundial y dejando claro que es mucho más que un headliner, ya que este apasionado de su trabajo pidió a la organización abrir la jornada, para que sus atmósferas y pads recibieran a los primeros exploradores sonoros. Al belga le siguió la leyenda patria Reeko, llevando a cabo el set más original del festival: una tromba de Drum&Bass atmosférico recién traído del futuro para deleite de los oídos más expertos.
A continuación Voiski siguió con la amalgama de sonidos, con una sesión cargada de melodías tranceras que sorprendió a propios y extraños al salir de la oscuridad de Reeko. Quizás a alguno le pueda parecer que la mezcla de Dub Techno, Drum&Bass y Trance entre las 16:00 y las 21:00 pudiera causar algún tipo de cortocircuito mental a un millar de technerxs empedernidxs sedientxs de bombo… pero lejos de eso el público de VETA recibió la mezcla de sonidos como una experiencia sonora conexa e ilusionante (a pesar del Sol que durante ratos taladró nuestras resacosas cabezas).
Fue en este punto donde comenzó lo que para mí ha sido una de las experiencias musicales más increíbles de mi vida: la progresión perfecta a nivel musical que nos llevó hasta el cierre. La precisión del B2B entre Atisbo y RVMNTL con un sonido oscurísimo pero sin perder de vista la pista de baile fue perfectamente ejecutado con la maestría de quien lleva muchos más años que ellos subido a una cabina. No exagero si digo que fue para muchos el set revelación del festival. Pero por suerte o por desgracia para ellos, a eso de las 23 comenzó Svreca, e hizo olvidar no sólo cualquier cosa que hubiéramos escuchado durante el festival sino también durante toda nuestra vida.
El legendario maestro de Semantica ha cultivado su camino con ritmos pausados, atmósferas densas, una discografía que se mueve en terrenos más aledaños al deep techno que al baile frenético, así que hablo en nombre de casi todos cuando digo que en VETA quiso “soltarse la melena”, ya que lo que hizo subido a esa cabina no fue otra cosa que abrazarnos y abrasarnos a partes iguales, sacando lo mejor de los Funktion One con capas de sonido que se hilvanaban las unas a las otras con una perfección única que rara vez he podido oír a los más grandes del género. Por su set desfilaron temas de toda índole, sin caer en topicazos, sin darnos tregua, sin concedernos un segundo para fumar, beber o hacer cualquier otro menester que no fuera ver como el escenario se convertía en una fragua humeante y rojiza de la que emanaban emociones en forma de sonido.
Llegó entonces el turno de uno de los artistas del momento, Kangding Ray, que después de recibir el premio en Cannes a mejor banda sonora por su trabajo en Sirat, llegaba a Barruelo de Santullán para regalarnos un viaje complejo a través de su sonido. Al igual que en Sirat, el protagonista de este directo atravesó momentos muy duros, ya que los primeros veinte minutos del set estuvieron marcados por un error de sincronización en el midi clock de sus sintetizadores que defraudaron momentáneamente, para luego salir airoso con una calidad y sonido al alcance de muy pocos.
Tras estas horas de musicón, perfectamente podríamos habernos retirado y habríamos sentido que la vida nos sonreía, pero es que aún quedaban los artistas más legendarios de la historia de España (con permiso de ØM): Exium, los productores seminales de esto que conocemos como techno, con 25 años de carrera a sus espaldas y con una discografía tan eterna, que aún poniendo en el set un altísimo porcentaje de material propio, se dejaron en el tintero discos suficientes como para seguir durante horas sin tener que poner ni un tema ajeno. Nunca olvidaré como retumbó Black Hole bajo el lavadero de carbón, o como sonó la ovación del público mientras “Supremist” emitía las últimas melodías… No exagero cuando digo que lo que sucedió sobre esos topes de vía juntando a las leyendas con las jóvenes promesas fue algo histórico.
Por no alargarme más de la cuenta resumiré el live de Phara como “elliveperfectoquecualquieradictoalasmaquinasquisierapoderhacerycasinadiesabecomo”, una auténtica demostración de maestría, baile, euforia y lo que cualquier hijo de vecino debería conocer como Techno.
Y como postre a este aluvión de seriedad llegó el turno de la americana Akua, una de las artistas más desconocidas del festival y que más sorprendió al público: seriedad, contundencia, velocidad, y un set viajero cargado de groove para despedir VETA 2025 con ganas de que no acabase nunca. En nuestra memoria quedará para siempre grabado el cierre con “Club Freaks” de DJ Rush.
En esta ocasión no quise realizar un acto de escapismo minutos antes de que finalizará el festival. Decidí quedarme a comentar la jugada, a tener un intercambio de opiniones con algunos de los allí presentes, a contemplar las sonrisas de satisfacción, los abrazos de despedida y los besos apasionados de los amantes. Una de mis pedradas a la hora de evaluar un evento o un festival es observar cómo la gente lo abandona, cuál es su rictus, cuál es el tamaño de sus pupilas, cuáles son esas conversaciones privadas…, esto me permite recopilar sensaciones más allá de mi propia experiencia. Y os puedo asegurar que la atmósfera de la gente que peregrinaba hacia el parking, hacia el bus o hacia sus respectivos alojamientos, era positiva no…, lo siguiente.
VETA me quitó 20 años de encima, me sumergió en la fuente de la eterna juventud, tiño mis canas, regeneró mis riñones y destruyó todo el colesterol que se acumula en mis arterias. VETA ha sido un soplo de aire fresco, un ejemplo de cómo hay que diseñar un festival con corazón, de cómo hay que elaborar una programación musical con sentido, y un ejemplo de pasión y amor incondicional por la música electrónica.
Solo me queda felicitar a los organizadores, animarles a que sigan con este proyecto, recomendarles que no se les vaya la olla y mantengan los pies en el suelo. Después de varios días, el sabor a VETA continúa presente en mis papilas gustativas, continúa en mis oídos y sobre todo continúa en mi corazón, donde ha edificado un pequeño espacio que no me abandonará nunca.

JONATAN GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ