El festival catalán demuestra su vanguardismo más allá de los conciertos y performances en el icónico CCCB
Hay festivales y festivales, pero ninguno en el mundo se parece si quiera al Sónar. Barcelona acoge cada año –descontando el parón por motivos que todos conocemos– un evento de grandes magnitudes que reúne no solo a los artistas que amplían las fronteras de la música electrónica, sinó también a aquellos que exploran los horizontes que abarca la tecnología con la que se crea el arte. Este afán por innovar ha convertido a la capital catalana como una de las capitales mundiales del vanguardismo musical, y este otoño hemos podido vivir en primera persona por qué se ha ganado esta reputación.
Un jueves soleado en la ciudad condal es el escenario que nos da la bienvenida. Arrancando desde Paseo de Gracia, vamos “a pata” durante quince minutos –que podrían ser menos con un par de paradas de metro, pero la mañana es demasiado buena como para desaprovecharla– hasta la Plaza de la Universidad. Allí llegamos al recinto que, como su propio nombre indica, es el lugar idóneo para acoger un evento de este calibre. El CCCB (Centre de Cultura Contemporània de Barcelona) es el huésped de los centenares de curiosos de todo el mundo que se han acercado durante los tres días de conferencias, debates y exposiciones que se celebran en el recinto.
Habiendo madrugado para ver desde primera hora el ambiente que se cuece en la capital catalana, entramos al CCCB maravillados por el patio interior cuyas cuatro paredes ya combinan lo clásico con lo moderno, y que abrazan el primer escenario del Sónar que vemos con sus míticos telones rojos aterciopelados. De ahí nos vamos bajo tierra, donde se celebran la mayoría de los actos, para ver de primera mano lo que nos depara la mañana.
Empezamos con dos de los expositores externos que se han hecho un hueco en el salón, que como bien sabréis por el título de esta edición del festival, trataban con tecnologías enfocadas a la inteligencia artificial. El primero de ellos era el equipo de IED Amaze Project, de los cuales fuimos sus conejillos de indias al ser los primeros en adentrarse en su colorida cabina. Dentro, nos sentamos ante una pantalla con una cámara apuntándonos, que en cuestión de un minuto nos ofrecía un avatar con nuestra cara que podíamos ver a través de nuestro móvil como si estuviera allá con nosotros.
A su lado, una obra más conceptual del BAU (Escuela de Artes y Diseño de Barcelona) que representaba un alienígena capaz de interactuar con los transeúntes a través de su viscosa y azulada piel.
Por lo que a ponencias se refiere, empezamos la mañana acercándonos al Auditori CCCB by NTT DATA en el que se celebró la primera conferencia sobre músicos aprendiendo el método de aprendizaje de las máquinas, una pequeña introducción al mundo de la Inteligencia Artificial. Por supuesto, una charla indispensable para aquellos que no estén familiarizados con la IA ya que, por si aún no se habían enterado, les esperaba una jornada alrededor de ese tema.
Acto seguido, cambiamos de escenario hasta el Hall Stage y nos vamos a ver la presentación de Polifonia, un software desarrollado en Italia que, a resumidas cuentas, es capaz de analizar una base de datos musical e identificar patrones de las diferentes canciones (progresiones de acordes, procedencias geográficas, letras, etc.). La utilidad de esto, más allá de ofrecernos curiosidades como la sorprendente similitud entre algunas de las obras de los Beatles y Schubert, deriva en la creación de un algoritmo que personaliza de forma distinta las recomendaciones musicales a raíz de lo que uno escucha. Por ejemplo, tras escuchar una canción, este software la analiza y te ofrece la posibilidad de buscar otras que tengan letras similares o incluso idénticas en algunos fragmentos si te gusta su temática, o más tracks con progresiones de acordes similares para mantener la vibra creada.
De vuelta a la primera sala de conferencias, esta vez nos apoderamos de una butaca para escuchar cómodamente lo que los cuatro invitados tenían que decir sobre la IA y los géneros musicales del futuro. Entre ellos, encontramos a las británicas Libby Heaney (física cuántica y artista), Nabihah Iqbal (artista y etnomusicóloga), Marius Miron (de la Universitat Pompeu Fabra) y Jan St. Werner (del experimental dúo de IDM y ambient Mouse On Mars). Una charla que, a parte de mostrar las aptitudes de cada uno por turnos, nos abrió los ojos sobre cómo la Inteligencia Artificial puede ser domada para expandir las fronteras de aquellos artistas que se animen a estudiarlas.
Y si todo esto lo pudimos vivir en una mañana, haced los cálculos e imaginad todo lo que sucedió en Barcelona la semana pasada. Sónar demuestra una vez más su labor cultural congregando no solo a los amantes del clubbing y la música en directo, sino también a aquellos curiosos que quieren nutrirse de conocimiento y los que quieren compartirlo. Un evento que mira hacia el futuro, siempre un paso más allá que los demás.