DJ Nano firma otro capítulo memorable en su emblemática reunión anual, dejando claro que aún queda mucho por escribir en la historia de Oro Viejo
La Navidad trae consigo la sensación de hogar, de vuelta a lo familiar y celebrar lo que perdura. En este ambiente de fiestas, tradiciones y reencuentros, Oro Viejo ha encontrado su lugar, consolidándose para muchos como una cita ineludible que no solo revive recuerdos, sino que también nos regala una buena colección de nuevos momentos. Cada edición refleja cómo lo de siempre puede evolucionar y adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia y, en esta ocasión, DJ Nano ha vuelto a demostrarnos que las mejores tradiciones no pasarán nunca de moda y siempre tienen algo nuevo que ofrecer.
Con todas las entradas agotadas días antes, un abarrotado (aunque nunca agobiante) Pabellón 8 de IFEMA volvió a convertirse el pasado sábado en el epicentro de la nostalgia y la fiesta en la capital. Por todos es sabido que el DJ madrileño cuenta con una auténtica legión de seguidores, fieles que, año tras año, responden en masa y no fallan a esta suerte de peregrinación anual con un propósito claro: rendir tributo a la música que marcó una época.
Desde que llegamos, percibimos que en la pista se respiraba la emoción que precede a las grandes citas, con grupos de amigos reencontrándose entre risas y abrazos, calentando motores para una noche que estaba destinada a convertirse en otro recuerdo imborrable. Y es que el concepto ‘The Big Show’ de Oro Viejo hace tiempo que dejó de ser solo una fiesta, para convertirse en un auténtico viaje audiovisual por los mejores recuerdos de toda una generación. Un viaje que, indiscutiblemente, Nano sabe pilotar con una destreza única.
Como viene siendo habitual, esta edición contó con una selección de invitados encargados de caldear el ambiente en las primeras horas, y los nombres elegidos no fueron casualidad. Tras el warm up a cargo de Yvan Corrochano, Brian Cross aprovechó la ocasión para regalarnos su último set antes de despedirse de los escenarios y Fran Lenaers y Luis Bonias, figuras clave de la Ruta, aportaron su toque auténtico, rindiendo homenaje al legado del sonido de Valencia en un año donde su presencia adquirió aún más relevancia por el reciente impacto de la DANA en la tierra que les vio crecer.
La expectativa crecía con cada minuto que pasaba, con el público esperando con ansias el momento en que DJ Nano tomaría el mando. Porque, seamos honestos, aunque el plantel de invitados había cumplido su misión con creces, todos querían ver al protagonista de la noche. A la una en punto, con todos los ojos puestos en la enorme pantalla que presidía el pabellón, la cuenta atrás marcó el inicio del show. Y entonces, con los primeros acordes del clásico All I Want for Christmas Is You de Mariah Carey, la euforia terminó por desatarse.
Comenzaba así nuestra travesía de 5 horas por ‘Las cantaditas de nuestra vida’, el nombre con el que Nano bautizó a esta edición. Un viaje que fue en constante ascenso y una montaña rusa de emociones y estímulos que no nos dio tregua en ningún momento. Tuvimos apariciones especiales y que se salen de lo habitual, como la de Grison, quien nos deleitó con su característico beatbox en directo. Además, cambiamos de localización en alguna ocasión, gracias a una segunda cabina situada en el centro de la pista de baile, que permite crear una conexión más cercana con el público. Y por supuesto, no faltaron los bailes, jaleos y la animación de Nano al micro, su sello personal con el que sigue demostrando que ésta no es solo una fiesta que dirige, sino una experiencia que vive y disfruta al máximo como uno más.
La producción audiovisual, de nuevo a cargo de Fluge AV, jugó un papel fundamental en la creación de una atmósfera mágica. Lejos de ser una mera proyección más, Nano y su equipo volvieron a brindarnos un verdadero espectáculo visual que acompañó cada momento del show. La gran pantalla, el juego de luces y las visuales complementaron y se sincronizaron a la perfección con algunos de los grandes clásicos de la música electrónica como el ‘Adagio for Strings’, ‘Seguro’, ‘Castles in the sky’ o el indiscutible ‘Lover Why’, demostrando una vez más que la producción no es solo un accesorio, sino una parte esencial de esta experiencia.
Y es que quizá el éxito de Oro Viejo sea precisamente ese, su capacidad para seguir generando emoción y sorprendiendo a su público, sin dejar espacio para el aburrimiento. A pesar de ser una fiesta remember, en la que el plano musical podría caer en la repetición o lo predecible, Nano logra mantener la frescura y la sorpresa en cada edición y dejarnos con ganas de más. Y precisamente, aquellos que salieron con ganas de más están de suerte, ya que este mismo sábado 21 volveremos a tener Oro Viejo por partida doble: primero en la nueva edición de ‘Tardebuena’ en IFEMA y después, con su correspondiente after party en la sala ART.
Cerramos así un nuevo capítulo de esta fiesta que lleva poniendo la banda sonora a una infinidad de momentos desde 2002. Y es que somos muchos los que, de la mano de Oro Viejo hemos crecido, hemos hecho amigos nuevos, nos hemos reencontrado con viejos conocidos, hemos reído, hemos llorado, nos hemos emocionado y algunos, incluso, hasta se han enamorado. Porque al final, más allá de la música, Oro Viejo no deja de ser una celebración de la vida, de la amistad y de esos instantes que, aunque pasen los años, siempre recordaremos con una sonrisa.
¡Larga vida a Oro Viejo!