El pionero francés de la música electrónica regresó a Sevilla 32 años después con un concierto que mostró un despliegue audiovisual espectacular, una evolución musical y un concepto artístico evolutivo y contemporáneo marcado por la IA
No todos los días se tiene el placer de ver en directo a una figura que ha marcado la historia de la música electrónica. Y mucho menos, el honor de poder compartir mano a mano tiempo con él para entrevistarle y conocer más de cerca a toda una leyenda como es Jean-Michel Jarre. El artista francés proveniente de Lyon regresaba a la ciudad hispalense de la mano de Icónica Santalucía Sevilla Fest, 32 años después del último show que realizó en el Lago de la Cartuja. Cargado con la ilusión del que está empezando y preparado para deslumbrar a toda Sevilla, así se vivió un sold out histórico.
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Durante todo el concierto estuvimos pendientes de varias de las cosas que nos contó en la entrevista previa, sobre todo la que más nos impactó: esos tres láseres creados por la compañía Kvant y que eran los más potentes jamás utilizados en un show musical. Y no exageraba, porque esos tres haces de luz disparados directamente hacia el cielo casi nos hacen tener tortícolis al día siguiente de tanto levantar la cabeza para mirar al cielo. Un despliegue tecnológico que se podía ver incluso desde la localidad de Tomares, a más de 5 kilómetros de donde se celebraba el show (y seguro que se veía desde más lejos).
Como prometió Jean-Michel Jarre, llegamos verdaderamente a Marte antes que Elon Musk con estos tres láseres que acompañaron de manera perfecta al juego y despliegue que se hizo por toda la Plaza de España, sacándole el máximo partido a la ubicación y a la majestuosidad de este lugar. Sin duda, lo más impresionante del show al contrario de otra de las cosas que nos mencionó en la entrevista, que fue las visuales creadas por inteligencia artificial.
Como buen vanguardista que siempre ha sido tanto en su música como en sus shows, Jean-Michel Jarre apostó por un gran peso de la inteligencia artificial sobre todo en el apartado de visuales, con una pizca en lo musical como quiso reflejar en su tema ‘Robots Don’t Cry’. Algo que personalmente nos pareció algo flojo, ya que lo que mostraba las pantallas era un trabajo con inteligencia artificial bastante sencillo que quedaba lejos de la espectacularidad. Quizá el único de los peros que se le puede poner al gran show que brindó el francés.

Donde si quedamos muy satisfechos visualmente es cuando la realización apuntaba en directo (o incluso el propio artista tenía una cámara en primera persona) a su virtuosidad con la infinidad de instrumentos que tocó a lo largo de la noche. Verle virar con tanta maestría del piano a los distintos sintetizadores que tenía en el escenario, y de ahí a un tambor electrónico o demás utensilios, hacía que no pudieras separar los ojos de lo que estaba realizando de manera hipnotizante. Sin duda, uno de los puntos más fuertes de toda la actuación.
Musicalmente hablando por supuesto no pudieron faltar piezas provenientes de sus dos grandes trabajos, ‘Oxygène’ y ‘Équinoxe’, en una progresión que empezó más experimental y catedrática y terminó yéndose hacia un sonido más contemporáneo con muchos tintes de música trance. Algo que quizá no terminó de encantar a aquellos fans verdaderos, muchos con camisetas de conciertos pasados, que buscaban el sonido más puro del artista francés. Pero que a nosotros sí que nos gustó, aplicándole un extra de ritmo y baile a su música que le vino como un soplo de aire fresco.
Para acabar, quiso hacer un guiño travieso a la actitud que tuvo el público durante todo el show. Si bien es cierto que la cercanía del francés con el público fue total, preguntando como estaban y agradeciendo a todos su cariño de manera constante, el tópico que decía de que “el público de España era el más ferviente” quedó un poco en evidencia ya que durante las dos horas de concierto, el público fue prácticamente un ente inmóvil que únicamente levantaba sus teléfonos para grabar lo que sucedía. Cosa que no criticamos, porque era muy normal grabar el espléndido espectáculo de luces.
Por lo que al final modificó los prismáticos de los característicos personajes de la portada de ‘Équinoxe’ y los sustituyó por teléfonos móviles que grababan a todos los presentes en la Plaza de España, indicando Jarre que también era el momento de que se cambiasen las tornas y grabar él a todos ellos. Un giro de tuerca que le dio otro componente especial a la noche, pero que retrató un poco a un público frío y apagado salvo en contados momentos.

Pero lo que quedó claro es que Jean-Michel Jarre, a sus 76 años, sigue teniendo cuerda para mucho rato. Cada evento que realiza tiene ese aura especial que lo convierte en una cita histórica imperdible y todos los que estuvimos presentes en este sold out realizado en Icónica Santalucía Sevilla Fest, siempre podremos decir que asistimos a uno de los espectáculos más impresionantes a nivel técnico que se han realizado tanto en España, como en todo el mundo.