Poco más se puede pedir de un domingo. Salimos de casa con un cielo precioso, con el equilibrio justo entre sol y aire para poder sacar de nuevo del fondo del armario los pantalones cortos y la camisa. Y pese a que esto suele ser una indicación de que el verano ya está (casi) aquí, la verdadera señal era hacia donde nos dirigíamos: el Brunch Electronik.

Y con la sonrisa de un niño, vuelvo por primera vez esta temporada al lugar que tantas buenas tardes me ha regalado, pero esta vez se presiente algo especial. Si bien la marca es sinónimo de fiesta en cada una de sus fechas, esta contaba con un equipo muy peculiar que nos dejaba con muchas incógnitas de antemano. ¿Qué escucharemos? ¿Nos harán bailar? ¿Lo encajará el público del Brunch? Y solo os puedo adelantar que este pequeño riesgo les salió a pedir de boca.

Accedemos al recinto del Westfield La Maquinista –concretamente a su parking exterior– con un bombo acelerado escabulléndose por la entrada. Una muy buena primera impresión de Elkka que ya nos dejó claro a los allí presentes que tocaba abrocharse el cinturón. La DJ y productora nos regaló desde lo alto de la cabina confeccionada al más puro estilo Boiler Room –preciosa estampa, por cierto– un tramo final de su set intenso. Intercalando producciones propias con otras contundentes selecciones, la galesa hizo vibrar los cimientos del centro comercial, seguro.

Con los BPMs sorprendentemente elevados para ser un warm up, dejó la pista de baile bien caliente antes de pasar el relevo a uno de los cabezas de cartel. Cediendo una ronda de aplausos más que merecida, era el turno del mismísimo Caribou, y estábamos muy listos. El artista, bajo su aka Daphni, reseteó el mood bajando de nuevo el tempo y volvió a construir desde abajo una progresión que nos dejó anonadados. Empezando por elecciónes potentes a la par que elegantes, fue combinando puntualmente algún tema familiar para las masas –como hizo cuando sonó un mashup que mezclaba el himno de Armand Van Helden ‘You Don’t Know Me’ con un drop que estoy bastante seguro que se trataba de un fragmento del ‘Fine Day Anthem’ de Skrillex y Boys Noize– y acelerando sin mirar atrás. Por curiosidad, llegamos a medir la velocidad a la que iba el canadiense a poco de terminar su slot, y nuestro contador marcaba +143 BPMs. Para que veais a lo que nos referíamos al principio cuando hablábamos de ser imprevisibles.


Y si de alguien teníamos que estar 100% expectantes era del invitado de honor de la velada. Four Tet calmó las aguas con su habitual forma de arrancar sus sets haciendo un masaje sónico a base de ambient… Pero poco nos duró esa tranquilidad. Con sus inconfundibles percusiones “burialescas” y un repertorio musical impecable, el británico se sintió como en casa. Rodeado de manos en el aire y gente hipnotizada, la muchedumbre le acompañó allá donde nos quiso llevar. ¿Que quería alardear de ritmos rotos con algo de UKG? La gente respondía. ¿Que quería hacer vibrar nuestros pechos con algo de bass house? Saltaba el griterío. ¿Que quería demostrar que es uno de los mayores conocedores del float house? La pista se balanceaba al unísono. Una masterclass de cómo un sonido propio no depende de limitarse a un solo género, que desembocó en un final de lo más frenético. 

Empezando por su ya obligado edit de ‘Call Me Maybe’ de Carly Rae Jepsen petando en Garage, a un triple mashup que incluye los temas de DnB más reproducidos de los últimos tiempos: ‘leavemealone’, ‘Baddadan’ y ‘Circles’. Fue tal la euforia del público que tuvo que volver atrás y regalarnos un “pull up” para que pudiéramos digerirlo como es debido. 


Y con las luces del recinto abiertas y la luz de la luna ya en pleno esplendor, tocaba irse para casa. Una vuelta que nos tenía anticipándonos a una resaca emocional que, aún a día de hoy, nos sigue durando. Desde el descubrimiento (personalmente hablando) de una Elkka a la cual le robé varias producciones propias gracias a Shazam al desenfreno de Caribou bajo su alias más juguetón, pasando por la lección magistral de Four Tet. Todo ello sumado a una disposición del escenario como nunca antes la había visto en el Brunch Electronik Barcelona, que con esa cabina rodeada de manos al aire y cabezas saltando de forma sincronizada, me regaló más de una foto mental –y digital– que no voy a poder borrar nunca.

Adrian Oller
Cofundador y redactor. Melómano, leonés y obseso de las cosas bien hechas. Imposible encasillarme en un sólo género. “Si quieres llegar rápido, camina solo. Si quieres llegar lejos, camina en grupo”