A lo largo del año pasado y lo que llevamos de 2021 no hemos parado de ver noticias donde artistas ya consolidados están vendiendo sus catálogos musicales a sellos discográficos, fondos de inversión o todo aquel que esté dispuesto a pagar mucho dinero por su música. ¿Y qué es lo que ocurre exactamente cuando venden su catálogo? En el momento en que venden su música están vendiendo tanto sus futuros ingresos que se generarán con sus canciones, como el derecho a decidir qué uso se le da a esta música. 

Antes de nada, para todos aquellos que desconocéis cómo funciona el revenue model en el negocio de la música, os introducimos las bases de cómo funciona el tema de los royalties -yo hace menos de un año desconocía por completo de donde salían los ingresos de una canción-. Normalmente existen dos propietarios de los derechos de una canción: el compositor (o autor o intérprete)y el propietario de la grabación, como por ejemplo un sello discográfico, que es el que comercializa y distribuye la canción. El compositor tiene la propiedad intelectual de la música y recibe royalties cada vez que la canción es reproducida en un sitio público, ya sea físico como en un bar de copas, o digital en un anuncio de Instagram. Por otro lado, el propietario que ha grabado, costeado o financiado oficialmente la canción también recibe su parte por cada reproducción. Es decir, cada vez que la canción suena y se reproduce, se gana dinero. De esta manera, cuando un artista vende todo su catálogo, como está ocurriendo actualmente, en realidad está vendiendo un porcentaje de los derechos de esas canciones además del derecho a decidir dónde, cuándo y cómo se reproducirán esas canciones a partir de ahora. Cuando hablamos de la venta de catálogos también es importante matizar la distinción entre la venta del catálogo discográfico y el editorial, ya que los derechos no son los mismos, pues los editoriales son sobre la cesión de la autoría mientras los otros son sobre la propiedad. 

La compra-venta de catálogos parece ser que se ha convertido en tendencia entre los artistas de mayor renombre, pues muchas súper estrellas se han subido a este tren y buscan compradores potenciales para que se vuelvan los dueños de su música. El año pasado Bob Dylan vendió su catálogo entre 300 y 400 millones de dólares al gigante discográfico Universal Music Group, el grupo Imagine Dragons a Concord Music Publishing por más de 100 millones de dólares y la cantante y compositora de Fleetwood Mac, Stevie Nicks, que en noviembre del 2020 vendió el 80% de esos derechos a Primary Wave por 100 millones de dólares.

Uno de los fondos de inversión que más ha apostado por esta forma de negocio es Hipgnosis Songs Fund, que compra los catálogos de las canciones más exitosas -esas que han cantado nuestros padres, las cantamos nosotros ahora y probablemente la canten nuestros hijos también- gastó alrededor de 670 millones de dólares solo en el periodo de marzo del 2020 hasta septiembre de 2020 en la adquisición de los derechos de más de 44.000 canciones de Blondie, Rick James, Barry Manilow y Chrissie Hynde, entre otros. Aunque la mayor compra de catálogo por parte de Hipgnosis han sido el de Neil Young, que vendió la mitad de los derechos de su catálogo de canciones por unos 150 millones de dólares y Shakira, que vendió los derechos de sus 145 canciones.

¿POR QUÉ QUIEREN VENDER SU MÚSICA LOS ARTISTAS?

Si es cierto que la venta de catálogos musicales no es un fenómeno nuevo ni raro, pero sí que es verdad que la velocidad en la que se están produciendo estas transacciones está acelerando rápidamente y uno de los motivos es, como no, el covid19. La ausencia de bolos y eventos en directo es uno de los motivos principales. Hace unos años los mayores ingresos se generaban a través de las ventas físicas (cassette, CDs, vinilos…), pero actualmente donde hay un mayor porcentaje de ingresos es en el touring, suponiendo más de un 80% del income en total. Pero también es un hecho que el touring desgasta mucho físicamente, y artistas grandes como Shakira que ya tiene una familia o Bob Dylan que tiene una edad avanzada prefieren tener una jubilación dorada y fácil que no volver a la carretera otra vez por uno o dos tours más. 

Otro de los motivos que incentivan la venta de la música por parte de los autores es que los streamings online no generan suficiente dinero, pues se necesitan cientos de miles de reproducciones mensuales para empezar a generar una cantidad de ingresos decente, y además tardas mucho tiempo en cobrarlo. Aun así, todos aquellos artistas que sí pueden vivir de los streams en plataformas de transmisión tardan muchos años en cobrarlo, por lo tanto, ¿tú crees que Bob Dylan con 79 años va a rechazar una oferta equivalente a lo que espera obtener en 15 años?

¿Y POR QUÉ QUIEREN COMPRAR MÚSICA LOS FONDOS DE INVERSIÓN?

El aumento de los streamings en directo ha hecho que los catálogos de música aumenten su valor. En 2019 los ingresos por música por streaming superó los 10 billones de dólares (un aumento del 21% con respecto al año anterior). Y la fiebre del streaming ha venido esta pandemia para quedarse mucho tiempo más. Para que os hagáis una idea, un catálogo que gana 50.000$ al año se podría vender ahora entre 5 y 40 millones, ya que se están cotizando ahora entre 10 y 18 veces su valor anual. Para poner un ejemplo de cómo funciona, el caso más reciente y que muchos de nosotros hemos escuchado estos últimos meses: ‘Dreams’ de Fleetwood Mac. Esta canción se lanzó en 1977 y 44 años más tarde se viraliza gracias a un Tiktok y por consecuencia el grupo vuelve a entrar en las listas de Billboard y el valor de su catálogo crece exponencialmente.

Cuando un sello, fondo u otras entidades compran el catálogo musical del artista se quedan con el porcentaje de royalties perteneciente al artista en todas las plataformas donde se distribuye su música, el derecho de uso de la canción, ofertas de sync (venderlas para uso comercial) y el merchandising asociado con la marca del artista. 

Actualmente hay muchos factores que aportan valor a la música, como por ejemplo que cada vez la gente consume más contenido audiovisual lo que supone un crecimiento de la sync (licencias musicales) o la democratización del acceso a la música y a las plataformas digitales gracias a las nuevas tecnologías, consiguiendo que países como Nigeria puedan tener Spotify… Parece que se reconoce el valor de la música otra vez  y al fin y al cabo la música es un negocio como cualquier otro, y al igual que todas las otras industrias se busca constantemente oportunidades, rentabilidades y mercados emergentes, y algunos actores de la industria parece que han sabido ver el valor de la música como Merck Mercuriadis, CEO de Hipgnosis Songs Fund. “La música vale tanto como el oro o el petróleo. O incluso más. La música no está vinculada a lo que está ocurriendo en el mercado. Siempre se consume. El oro es algo que solo unos pocos pueden permitirse comprar, mientras que una suscripción mensual de 10 euros a una plataforma es algo que está al alcance de casi todos y que se ha vuelto en la práctica algo indispensable, como la factura del gas o de la luz”. 

Caterina Günther
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